jueves, 29 de mayo de 2014


1 de abril de 2014: Praia



Tras salir del descampado, damos un par de tumbos por varias calles sin ningún tipo de intuición sobre en que dirección puede estar el centro ni nuestro hotel, no se ven grandes calles o zonas asfaltadas, ninguna referencia a algo que pueda indicar lo que buscamos. No tenemos plano, así que sólo contamos con la dirección del hotel: avenida Cidade de Lisboa. Finalmente preguntamos  a una policía y nos explica pero no entendemos gran cosa, parece que está cerca pero hay que dar algunas vueltas, hace calor y vamos con el peso de la mochila. Nos aconseja coger un taxi, ella misma habla con el taxista, le explica donde vamos y el precio. 100 escudos. Nos parece bien. Queremos llegar ya al hotel y dejar la mochila, darnos una ducha y descansar un rato.
Con el taxi , en unos minutos estamos ubicados, realmente el hotel estaba allí mismo. Pagamos los 100 escudos (que en principio pensaba que , al cambio, eran 10 euros para luego ver que en realidad era uno).
La habitación es estupenda, amplia, se ve limpia y el baño cómodo. Hay aire acondicionado. Y varios mosquitos chafados a zapatazos en las paredes. Se ve que no se molestan mucho en pintar.
Descargamos equipaje, ducha, comemos los bocadillos que llevamos y echamos una pequeña pero reparadora siesta.


La vista desde el hotel



Tras el merecido descanso, vamos a conocer y familiarizarnos un poco mejor con la ciudad.

Son sobre las 4 de la tarde cuando salimos. Vamos sin rumbo fijo, subimos por unas calles y nos vamos fijando en las casas , la gente, hay algunos animales por las calles (perros, cabras)... Parece como si la ciudad estuviese a medio hacer: calles sin asfaltar, las casas son de cemento o ladrillos pero sin pintar ni revestir estéticamente. Las personas venden en la calle cualquier cosa: tienen una sábana o un trapo al suelo y exponen su mercancia: fruta, ropa, calzado.... parece que todo vale, sin reglas. Vemos a las mujeres negras con los cubos en la cabeza, esa imagen tan típica.








Subimos por una de las calles y desde allí divisamos la playa, entonces cambiamos de dirección y nos dirigimos a ver el océano y el barrio de Prainha que está por la zona.
Pero antes de bajar hasta la playa , vamos por otra calle y en una terraza nos tomamos nuestra primera cerveza.




La playa no es una maravilla. 
Como decían en la guía: 
no se sabe si lo que hay es arena oscura 
o restos de basura 
o una mezcla de todo.


Vamos hacia el faro dando un paseo. La zona del faro es bonita y hay alguna buena vista que aprovechamos para fotografiar. El farero nos muestra el faro y subimos hasta arriba. Nos explica algunos datos y nos cobra 100 escudos a cada uno. 














Tras el paseo y la visita por el faro, vamos hasta la zona de Plateau. Damos una pequeña vuelta, compramos algo para cenar en un supermercado y así vamos pronto al hotel. Ha sido un día agotador y lo que queremos es dormir.
Mañana más.



1 de abril de 2014: La llegada a Praia.


Nuestro mapa de Santiago durante el viaje


Tenemos que estar en el aeropuerto de Tenerife Norte un par de horas antes del vuelo con BinterCanarias que está programado para las 9 de la mañana, así que tras una noche de muy poco ( o ningún) descanso, sobre las 6:15 quedamos para ir en coche. Durante las 2 horas de espera en el aeropuerto apenas tenemos conversación. Demasiado sueño y demasiado "overthinking" pasan factura. Hacemos las últimas llamadas y despedidas varias.

El vuelo sale puntual y partimos rumbo a Gran Canaria. Nunca había volado en un avión que se moviese tanto. Arriba y abajo dando tumbos. Media hora de suplicio. Menos mal que no he desayunado. No me gusta volar. Y en este cacharro menos todavía. Los aviones entre las islas son más pequeños, de hélice y supongo que más susceptible a viento y demás condiciones meteorológicas. Espero que el avión a Praia no sea de ese tipo.
En Gran Canaria tenemos una hora para enlazar, así que hay tiempo. De hecho cuando llegamos a la puerta de embarque no hay nadie, nos preguntamos si seremos los únicos que viajarán a Cabo Verde ese día. Finalmente va llegando más gente aunque tampoco mucha más. En el vuelo seremos unas 15 personas. Afortunadamente el avión no es de los pequeños de hélice y el vuelo va estupendo. Con desayuno incluido lo que me viene bastante bien porque los nervios se me han ido diluyendo y, en su lugar,  ha aparecido el apetito. 
El vuelo dura unas 2 horas y media, la llegada está prevista a las 13:15 hora canaria y 2 horas menos en horario caboverdiano, así que llegaremos a las 11:15 con todo el día por delante.

A punto de aterrizar, se divisa un trozo de tierra desde la ventanilla. Un pasajero nos dice que es la isla de Sal. Al poco rato la que se divisa es Santiago: una extensión de tierra entre amarilla y marrón. Nos vamos acercando a tierra y se ven las casas bajas de la ciudad de Praia. Sigue siendo todo de color amarillo y marrón. África.

Me resulta realmente emocionante estar en ese lugar.
A punto de pisar tierra.


Praia desde el aire


La llegada a tierra y a Praia no puede ser más desconcertante.

Primero pasamos por el mostrador para tramitar el visado. Después de los problemas con la Embajada, estoy un poco nerviosa por si ponen alguna traba al respecto. 
Mi imaginación (que funciona sin mesura tanto en positivo como en negativo) me ha estado jugando malas pasadas durante las últimas semanas. He imaginado que nos denegaban el visado (vaya usted a saber el motivo) y no podíamos entrar al país, entonces nos quedábamos una semana viviendo en el aeropuerto o incluso igual acabábamos detenidos y encarcelados. Todo esto sin ninguna base "científica" por supuesto. Just my imagination. Es así y esas eran las opciones en caso de encontrar algún problema.
Finalmente, como suele suceder, todo es más simple: el funcionario nos sella el pasaporte con fecha de entrada y validez para un mes y listo. Eso y los 25 euros. Siguiente.

Una vez superada la zona de control sin ningún tipo de problema, vamos a por el cambio de divisas. El aeropuerto es pequeño y en la entrada hay un par de oficinas bancarias que efectúan el cambio. Preguntamos en ambas y nos quedamos en la que ofrecen mejor opción: 300 euros por 33.000 escudos. Sin problema. Siguiente.

Salimos a la calle. El aeropuerto, como suele ocurrir con los aeropuertos, está en algún lugar en medio de la nada, aunque éste parece estar más en medio de la nada que otros. 

No se ve nada alrededor salvo color amarillo y una hilera de taxis esperando por nosotros. Nos ofrecen llevarnos al centro. Preguntamos por parada de autobús y nos dicen que no hay. A unos metros vemos una furgoneta con un grupo de gente subiendo. Como hemos leído en las guías que el transporte público en las islas son los "aluguer" que son furgonetas con cabida para unas 15 personas, entendemos que la furgoneta que estamos viendo es uno de esos alugueres, así que nos vamos para allá mientras los taxis nos pegan unas voces como diciendo "¿a dónde van estos?". Llegamos a la furgoneta y preguntamos si van para el centro de Praia, nos dicen que si y preguntamos si podemos ir. Hablan entre ellos y parecen valorar si hay sitio para 2 extraños. Empiezo a dudar que esa furgoneta sea un "aluguer". Finalmente nos acomodamos dentro con un grupo de chicos y chicas jóvenes... y poco espacio vital. Nos miran un poco extrañados y van soltando risas y cantando. Luego nos preguntan nuestros nombres y nos cuentan que son de otra isla y que van a Praia a colaborar de voluntarios en alguna asociación pero no acabamos de entender muy bien. Ellos van que se salen de contentos y yo ya tengo claras dudas de que realmente vayamos en un "aluguer". Me parece que nos hemos metido en un vehículo privado, así un poco a la brava. Nos preguntamos eso mismo y si habrá que pagar algo. Pese a lo extraño de la situación, no me siento insegura. Desconcertada en todo caso. Miro algo en paisaje por la ventanilla. Color amarillo y algunas casas bajas van apareciendo. 
Finalmente llegamos. Paran la furgoneta en una especie de descampado con unos locales bajos, se supone que es el centro o asociación donde ellos se quedan. Bajamos todos pero no tenemos ni idea de donde estamos, la sensación de desconcierto se hace intensa, aquello no parece el centro en absoluto, más bien, las afueras, una zona marginal y dejada. Preguntamos y nos dicen que  estamos en el centro, nos dan una indicación más exacta de llegar pero no nos queda muy claro. No puedo entender que eso sea el centro de una ciudad. En cualquier caso nos despedimos (sin tener que pagar, con lo que se hace más que evidente que nos hemos metido donde no debíamos, glups!).
Salimos dispuestos a descubrir Praia.